sábado, abril 28, 2007

Los cien días del plebeyo

Mmm les posteré una historia que en realidad me encantó...ahi les va...



Una bella princesa estaba buscando consorte,
Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes
con maravillosos regalo: joyas, tierras, ejércitos,
tronos... Entre los candidatos se encontraba un joven
plebeyo que no tenía más riquezas que el amor y la
perseverancia. Cuando le llegó el momento de
hablar dijo:

-Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un
hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te
ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré
cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos
que la lluvia y sin más ropas que las que llevo
puestas. Esa sera mi dote.


La Princesa, conmovida por semejante gesto de
amor, decidió aceptar:

-Tendrás tu oportunidad: si pasas ese prueba, me
desposarás.


Así pasaron las horas y los días. El pretendiente
permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los
vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañar,
con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente
súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un
momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba
traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un
noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo
iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y
algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de
la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo
era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora
para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los
asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se
levanto y, sin dar explicación alguna, se alejó
lentamente del lugar donde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por
un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó
y le preguntó a quemarropa:

-¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr
la meta ¿Por qué perdiste esa oportunidad?
¿Por qué te retiraste?


Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas,
el plebeyo contestó con vos baja.

-La Princesa no me ahorro ni un día de
sufrimiento, ni siquiera una hora...No merecía
mi amor...


Cuando estamos dispuestos a dar, lo mejor de nosotros
mismo como prueba de afecto o lealtad incluso a
riesgo de perder nuestra dignidad merecemos al menos
una palabra de comprensión o estímulo. Las personas
tienen que hacerse merecedores del amor que se les
ofrece.

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